La vitamina C, también conocida como ácido ascórbico, es una vitamina hidrosoluble (se disuelve en agua) que se encuentra en varios alimentos. Entre los alimentos que contienen vitamina C se encuentran la naranja, papaya, perejil, pimentón, brócoli, albahaca, tomate, entre otros. Ahora bien, la vitamina C tiene múltiples funciones, muchas de las cuales se siguen estudiando hoy en día para distintos tipos de patologías y el nivel de recuperación que presentan posterior a la intervención.
En lo que existe claridad es que el déficit de vitamina C produce muchos problemas a nivel fisiológico. Dentro de esos problemas está el descenso del funcionamiento de nuestro sistema inmunológico, aumento del estrés oxidativo de nuestro cuerpo, aumento de la inflamación y exposición a enfermedades e infecciones de forma más recurrente. Siguiendo esta línea, podríamos pensar que la suplementación de vitamina C es un buen recurso para mantenernos saludables y con una barrera inmunológica potente.
En las revisiones sistemáticas acerca de la suplementación con vitamina C difieren en sus resultados, con varios de ellos sin resultados positivos. Pero, es importante señalar que los resultados menos favorables se produjeron en persona “sanas” en general. No se demostraron grandes cambios fisiológicos con el uso de suplementación de vitamina C. Cabe señalar, que en donde se demostraron cambios fue en personas que tenían patologías previas, estaban hospitalizadas o se encontraban en recuperación tras una intervención. En estos casos se demostró que la suplementación aumentaba la función de los neutrófilos, disminuyendo el estrés oxidativo y la muerte acelerada de estas células. En personas hospitalizadas disminuyeron los días de ventilación y la necesidad de soporte de vasopresores en la UCI. En el tratamiento de fracturas demostró el aumento de síntesis de colágeno, mayor formación de hueso y disminución del estrés oxidativo.
Por lo tanto, la suplementación no ha demostrado científicamente grandes resultados y cambios en personas “sanas”. Pero, si pensamos que, con el estrés actual, la mala alimentación y un sistema de salud que no cumple a cabalidad con las necesidades de las personas, podríamos decir que la mayoría de nosotros no calificaría como saludable o “sano”. Por ende, esta suplementación es importante y podría ayudarnos a mejorar y optimizar el funcionamiento de nuestro sistema inmune. Lo importante es que debe tener en consideración que la suplementación sumado a malos hábitos alimenticios y sin la realización de ejercicio, no será un gran aporte en su vida interna, persistiendo un mal funcionamiento y aumentando las probabilidades de enfermarse.